La Transformación Digital y cuándo decir "basta"

El pasado 4 de diciembre, presentaba, junto a mis compañeros, el trabajo con el que culminaba nuestra formación como Agentes del Cambio. Han sido tres meses de formación en la que hemos pasado por unos 20 profesionales. Cada uno de ellos nos aportó distintas perspectivas sobre el estado del arte de la digitalización en las pequeñas y medianas empresas, además de un atisbo de lo que está por venir. Viéndolo en retrospectiva, no soy el mismo que empezó este curso. Ha germinado en mí una nueva forma de ver la tecnología y, sobre todo, de valorar el papel humano. En este pequeño espacio intentaré compartir lo que he aprendido.
Un comienzo humano
El comienzo de esta historia se remonta antes del verano, cuando en el trabajo nos proponen asistir a un curso denominado Programa Generación Digital Agentes del Cambio en la ENAE. El objetivo de la formación es preparar a una generación de voces jóvenes para que puedan liderar la transformación digital de las PYMES aportando una visión fresca del panorama innovador tecnológico contemporáneo. Inicialmente me resultó interesante la idea, pero no acababa de entender cómo un perfil tecnológico como el mío podría encajar aquí, puesto que estaba familiarizado con la mayoría de las tecnologías presentes en el programa y trabajo en una consultoría tecnológica. ¿Agente de qué cambio? ¡Cuán equivocado estaba!
A finales de septiembre comenzaba el programa por todo lo alto de la mano de Azucena Marín con una clase que sentaba la tónica del resto del curso y rompía por completo mis esquemas. De una manera totalmente cautivadora, Azucena nos mostraba la importancia del impacto de las nuevas tecnologías en los distintos sectores de la sociedad. Mediante numerosos ejemplos nos mostró cómo el progreso social se construye desde los pequeños detalles y que la tecnología no tiene ningún valor sin usuarios que quieran utilizarla.
El valor de pensar diferente
El programa continuó con dos sesiones a destacar: nuevos modelos de negocio y una introducción al Design Thinking.
En la primera, Anselmo Ríos nos abría la mente a una nueva forma de hacer negocio: la competencia estratégica. Bajo el ritmo de It's My Life como tema musical de nuestra promoción, nos mostró casos de éxito como las murcianas New Rock y orgulloWine, así como su propia iniciativa, Ludicwine, para animarnos a adoptar una filosofía transgresora con la que buscar soluciones originales a problemas cotidianos. Como caso práctico, desarrollamos una estrategia para irrumpir en el mercado alemán de mandarinas, basándonos en un caso real. Optamos por una estrategia ambiciosa basada en situar máquinas expendedoras cilíndricas en los parques alemanes, junto a una campaña publicitaria centrada en fomentar un estilo de vida saludable basado en productos naturales. Tal vez no lo llevemos a cabo, pero si alguna vez ocurre, ¡recordad que lo leísteis aquí primero!
En la segunda, Juan Gadeo nos recordaba que a la hora de resolver problemas lo importante es el quién y no el cómo. Situar al cliente en el centro del proceso, entender cuál es su situación, qué es lo que quiere y, sobre todo, qué es lo que necesita, puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. Y para ponerlo en práctica... ¡LEGO! Tuvimos que diseñar y construir un evento musical en equipo. Hubo quien se lo tomó muy en serio y quienes nos fuimos más por las ramas. Al fin y al cabo, estar con bloques LEGO un viernes por la tarde, después de trabajar, es abrir las puertas al caos. Sin embargo, fue una experiencia muy enriquecedora por el valor que tiene materializar la creatividad a través de la manipulación, algo que perdemos cada vez más rápido conforme envejecemos.
No fue hasta la octava sesión que vi algo que me resultó familiar: las metodologías ágiles. A partir de este punto, el curso pasó a centrarse en temas más técnicos y a explicar conceptos claves para la digitalización empresarial en todas las fases del proceso de venta y fidelización del cliente. Tratamos la inteligencia de negocio (Business Intelligence) y el análisis de datos (Big Data), las tecnologías en la nube o la importancia de la ciberseguridad, entre otros. Sin querer desmerecer esta segunda parte ni a sus docentes, tal vez la alta carga teórica y el hecho de que ya conocía la mayor parte de estos conceptos provocó que lo que más caló en mí fue precisamente aquello que ni siquiera sabía que iba a encontrar cuando comencé el curso.
Y es precisamente en este momento cuando comencé a entender que en esto de la transformación digital tal vez pesa más la transformación que lo digital. Vivimos tiempos convulsos donde cada día parece que vayamos a perder nuestros trabajos por culpa de las nuevas tecnologías y que debemos subirnos al carro de la Inteligencia Artificial y el Big Data o moriremos en vida, cuando la realidad es que la mayoría de empresas españolas ni pueden ni necesitan ni deben hacerlo. Con frecuencia, un Excel puede suponer un punto de inflexión mayor que ChatGPT para la pequeña y mediana empresa. Más allá de dominar herramientas complejas, lo esencial es cómo se aplican para resolver problemas reales y generar valor en el día a día.
El momento del cambio
Para finalizar el curso tuvimos que exponer un Plan de Transformación Digital que habíamos estado elaborando por grupos de forma paralela. Junto a mis maravillosos compañeros: Alejandra, Gregorio y Julia, decidimos elaborar nuestro trabajo sobre el CIFP Arsenio Sánchez (FREMM), un centro de formación profesional del sector del metal.
A lo largo del trabajo analizamos la situación actual del centro y elaboramos una serie de propuestas de transformación —como una migración ordenada de los contenidos a una plataforma digital compartida o la introducción de un nuevo modelo de enseñanza basado en metodologías ágiles y un sistema gamificado de insignias—, que están centradas en mejorar la experiencia de los jóvenes que estudian en el centro, representados por un buyer persona bautizado como Federico Luis García Martínez. Estas propuestas, ubicadas en tres horizontales temporales, buscan una transformación progresiva del centro que aumentará su visibilidad y la capacitación de sus docentes, provocando una revolución en el sistema de enseñanza de los alumnos que fomentará una actitud de aprendizaje activa basada en la retroalimentación continua.
Fue una experiencia muy enriquecedora, creativa y divertida gracias también al gran ambiente y espíritu de colaboración que hemos tenido en el equipo. Sin duda, el sector educativo tiene un potencial digitalizador muy alto y puede ser uno de los grandes beneficiados con las nuevas tecnologías. Esperamos que muchas de estas propuestas acaben siendo implementadas en el centro.
Quiero cerrar este texto con la misma reflexión que compartimos al finalizar nuestra exposición del 4 de diciembre, porque creo que condensa perfectamente la nueva perspectiva con la que salgo del curso:
La transformación digital no se mide por el número de herramientas implementadas ni por lo avanzada que sea la tecnología. Se mide por el impacto que vamos a lograr en las aulas y, en última instancia, por la experiencia de los alumnos. Porque detrás de cada pantalla, de cada insignia y de cada aula, hay un Federico. Jóvenes con aspiraciones, retos y sueños, que buscan no solo aprender, sino sentirse apoyados, motivados y listos para el futuro.
Creemos que nuestra misión como “Agentes del Cambio” no es solo modernizar el centro, sino convertirlo en un lugar donde cada estudiante pueda descubrir su potencial, encontrar su camino y hacerlo con una sonrisa. Si logramos eso, entonces no solo hablaremos de transformación digital, también habremos transformado sus vidas. Y eso, bajo nuestro punto de vista, es lo que realmente importa.
Personalmente, salgo con el compromiso de aplicar esta visión en cada proyecto en el que participe, recordando siempre que detrás de cada pantalla hay una persona con sueños y metas que merece ser escuchada. Creo que, cuando interioricemos esta idea como sociedad y aprendamos a dejar a un lado las obsesiones con el último grito tecnológico para comenzar a priorizar el impacto humano, podremos hablar de una verdadera revolución.